El COVID-19 y su innegable repercusión en el ‘fast fashion’

¿Existe una nueva forma de concebir la moda antes y después del coronavirus? ¿Qué incidencias en la moda rápida ha traído consigo la pandemia del siglo XXI? Parte de esas respuestas las presentamos a continuación

El COVID-19 ha generado una ola de cambios circunstanciales, unos más bruscos que otros. En la moda, por ejemplo, canceló todo lo ya programado (su calendario preestablecido) y a partir de ahí, exigió a la industria el replanteamiento de un nuevo camino de subsistencia.

Lo digital pasó a ser entonces, la gran innovación. Fue la estrategia para continuar demostrando que hasta en los momentos más complejos, la moda está ahí para recordarnos que hay algo bello, espectacular y fascinante por ver, admirar y adquirir.

Esta nueva manera de conectar, a través de lo digital, nos acercó a las novedades de las marcas, a sus colecciones y sus maneras actuales para permanecer, aún “en tiempos de crisis”. Tras el coronavirus, las marcas también tomaron otras importantes decisiones: sus colecciones pasaron a ser solamente dos (anuales) creyendo así en una manera más de avanzar hacia la sostenibilidad.

La otra cara de la moneda, la moda rápida

Tras semanas de confinamiento, ya nada es igual, y la verdad, no sabremos si pronto seremos los mismos compradores ávidos de moda. Lo cierto es que luego de meses en casa, la concepción del mundo es otra, quizás, más consiente. Los hábitos de consumo han cambiado, y es algo que las marcas aún se encuentran analizando.

Hoy día el coronavirus ha puesto en jaquee el fast fashion, pues a pesar de progresiva reapertura de tiendas como Zara, Gap y H&M en todo el mundo, el impacto financiero de la pandemia ha sido realmente devastador en términos numéricos, y es que “nadie” ve el hecho de comprar como un placer en los actuales momentos.

De acuerdo con Euromonitor International, el mercado de la moda y el calzado en ventas mundiales tendrá una caída de por lo menos el 12% para 2020. Y la recuperación, según apunta dicha entidad, será realmente larga, lenta y progresiva.

Caso Zara y Gap: Perdidas millonarias

El grupo español Inditex, número uno del sector de la moda de consumo rápido, podríamos decir, vivió los estragos del COVID-19 desde el principio. Durante el primer trimestre del año, tuvo una pérdida de 463 millones de dólares como consecuencia de las 88 tiendas cerradas en el punto más álgido de la pandemia. Gap, por su parte, registró una caída aún mayor con 900 millones de dólares en el mismo periodo.

En el continente asiático, con esta nueva normalidad, la tienda japonesa Uniglo, cuyas ventas cayeron un 60% en el mes de abril, registró para mayo ventas “mejorables” para su colección de verano. Zara apunta una “recuperación progresiva” en un escenario todavía incierto para la moda rápida.

El comportamiento del fast fashion

La enorme existencia de mercancía sigue en las tiendas, a la espera de compradores. Otro punto que indican los analistas, es que resulta difícil recuperar una industria que depende de un calendario, de estaciones, y así justamente es la moda.

El fast fashion y el apetito por adquirirlo todo seguirá siendo reducido, y esto, evidentemente es consecuencia del impacto económico y la reducción del nivel de ingresos de los compradores.

Otro punto a resaltar es que, durante un largo periodo, las ganas de comprar y la faceta de salir a adquirir alguna prenda, será una actividad compleja de mantener, sobre todo por las medidas de distanciamiento social que permanecerán por mucho tiempo más.

Una estrategia más: El comercio online

La compra física ha quedado en un segundo plano. El comportamiento actual de los compradores de la moda rápida es online. La mayor parte de las empresas han visto aumentar sus ventas de esta manera. Zara, Gap y H&M son prueba de ello, quienes han registrado más del 40% de las compras a través de esta modalidad luego del confinamiento.

Euromonitor International plantea que la industria deberá replantearse nuevamente qué tipo de moda realmente debe ofertar, qué tipo de moda será atractiva o más bien “necesaria” ante los ojos de un nuevo comprador, un consumidor post COVID-19. Una nueva tendencia augura el fin de la era del fast fashion y de la saturación del mercado con ropa que no tardará más de un año en ser desechada. Por ahora, veremos de qué va este nuevo comportamiento.

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